Antes de que Parásitos (2019) del coreano Bong Joon-ho recogiese todos los premios de la temporada, el estreno en 2017 de Okya en Cannes abría el debate sobre la conveniencia de si una película producida por una plataforma digital debía competir en un festival. El director, figura central junto a Chan-wook Park y Hong Sang-soo del cine surcoreano, se defendía al apostar por la libertad creativa con la que Netflix había respetado su trabajo. Al finalizar algunos pases el público silbaba o daba palmas sin ponerse de acuerdo... Tres primaveras más tarde, una pandemia nos mantuvo confinados, cerró los cines y los estrenos tuvieron lugar solo en plataformas. Fue el mes en el que estrenamos vecindario y comenzamos a compartir escalera con dear Racho y el tierno Spoty.
Mezclando elementos de sátira ideológica, aventuras y fantasía, protagoniza el filme Mija (Ahn Seo-hyeon) quien vive junto a su abuelo (Hee-Bong Byun) en una montaña alejada de Corea, y tiene como mejor compañía a Okya, una cerda creada a partir de manipulación genética. Tiempo atrás, el animal había sido entregado al anciano par ser criado de modo natural en una estrategia de marketing de una multinacional de productos cárnicos. Cuando la empresa decide llevar a Okya a Nueva York, Mija hará todo lo posible por recuperar a su mejor amiga.
Con estos antecedentes es fácil evocar el cine de Miyazaki: heroínas valientes, romanticismo ecológico y contrapunto de elementos reales y fantásticos en la narración. De hecho, estas bazas entrelazan muy bien con el universo del director coreano, quien creció para la crítica internacional después de títulos como Memories of Murder (2003) y Mother (2009). En la línea de su anterior trabajo, Snowpiercer (2013), la película procura una reflexión distópica (antes de que viviésemos una) sobre el lucro y explotación del capitalismo. Alterna reflexiones alegóricas, detalles grotescos y sentido del espectáculo sin temblarle el pulso.
Tilda Swinton repetía como actriz a sus órdenes, y Jake Gyllenhaal se unía al proyecto con los ojos cerrados, sin haber leído ni el guion. Sus personajes rozan el histrionismo y la extravagancia, como caretas que son del poder, de la manipulación mediática, y de la crueldad que nos arrastra. El Frente de Liberación Animal, encabezado por Jay (cómo nos gusta Paul Dano), abogará por la defensa, en un canto no solo ecológico, de la coprotagonista del filme.
Bong Joon-ho declaraba: “…Lo que quería mostrar es que, por lo general, existen dos maneras de tratar los animales, como una mascota y como comida. Elegí un cerdo porque es un animal asociado con la comida, pero son delicados, sofisticados e inteligentes…” Pensé en Babe, en el piloto de Black Mirror e, incluso, en la transfiguración de los padres de Chihiro… Puede sobrarle metraje y, a veces, chirriar los cambios de género, pero es inevitable no doblegarse ante la ternura de esta cerda de siete toneladas. Idílica vida en la montaña, nefastos hábitos alimenticios y detestable modificación genética. Visto lo visto la pregunta que se repite es rotunda: Y a nosotros, ¿alguien nos podrá salvar?
Srta. Ud conmigo no necesita reclamos.
Mi amoroso Spoty: la película procuraba más un reclamo que un consejo cinéfilo. Era el modo de hacerle conocedor: hace tiempo que no cato carnes (al horno, sobre todo). Quería unirme a las denuncias contra la manipulación genética y la sobreexplotación de recursos, además de guiñarle el ojo al escritor cochinamente divertido. Sigo fascinada cuando el tip tap de sus pezuñas avanza por el piso.
Una cerda de siete toneladas! qué excesos. Algún día tendré que ampliar su recopilatorio de películas y libros de cerdos. Lo dejo pendiente. Investigar como nos trata el cine y la literatura. Se ha dejado a Porco Rosso. Me intriga la consideración en la que nos tienen Uds. los humanos. Me alegra sobremanera que Ud. haya percibido nuestra sofistificación. Supongo que algo tendrá que ver en eso mis dotes para el tango.
He decirle, por otra parte, que me halaga, pero cuando usa el adjetivo tierno con un cerdo como yo, no puedo evitar verme en un asado. Y uno tiene su dignidad porcina. Casi preferiría ser un cerdo amoroso, como los estúpidos osos aquellos del arco iris, que un…