Hasta hace dos meses (dos eternidades, en realidad), el abanico de plataformas y títulos seguía creciendo y los índices de audiencia no hacían revertir el fenómeno, por lo que, absortos en las carreras de la supervivencia (que no vida) moderna, convenía seleccionar donde decidíamos centrar la mirada. Andábamos a las carreras y, sobre todo, consumíamos a las carreras. El tiempo y el gasto (de horas y de dinero) iban de la mano más que nunca. Entre confinamiento y desescalada parece que los usos y costumbres podían tender a cierto relajo, pero tras las primeras hordas de ciudadanos en terrazas confieso mis dudas sobre la responsabilidad y el consumismo más palurdo. Fuese como fuese, tras el relato corto, los haikus y el microteatro como píldoras concentradas con recursos y estilos propios, llegaban series de capítulos reducidos a la mínima duración. Stephen Frears estrenaba a final de 2019 State of Union, en la que asistíamos a las charlas de una pareja antes de su cita de terapia semanal.
AtresMedia acoge la segunda temporada de Gente hablando, el atractivo proyecto de Álvaro Carmona que ya en su primera entrega apostaba por las conversaciones entre dos personajes durante la cotidianeidad: una cita de Tinder, la visita de un vecino (Spoty, no hiperventile, estas cosas pueden acontecer), la confesión con un cura o la disputa de dos padres sobre el futuro de su hijo (Sra. Racho, aquí). Los diálogos están escritos con destreza y la selección actoral es tan auténtica que la espontaneidad inunda cada uno de los temas que van surgiendo: el amor, la frustración, la hipocresía, el sexo o los límites del humor. Para los que aún duden sobre echarles el diente, podríamos encontrar un referente en los personajes cinematográficos de Cesc Gay o las comedias corales de Miguel Albadalejo.
Estas historias autoconclusivas de menos de diez minutos de duración dibujan personajes y situaciones con gran lucidez para invitarnos a reflexionar sobre temas actuales lejos del maniqueísmo. Esta segunda entrega mejora, incluso, el nivel para acercarse a la confianza en la pareja, las promesas que podemos (?) romper, el peso de las apariencias, la identidad frente a la tiranía de la estética, la exposición de nuestra intimidad o el desamor como dolor que nos modela... Disfruté inmensamente con el encuentro entre Morris y Manolo Solo en una cafetería (“ser rico no tiene que ver con el dinero”) y del trabajo de Miki Esparbé en el último episodio (aquel que refleja la llegada a casa tras una primera cita y, pasado el tiempo, el día de la ruptura. Chapeau). Todo esto me pasa porque, como el capitán Weisler, tiendo a escuchar conversaciones, bautizar a extraños por su apariencia e imaginar la vida del resto para entender la propia. O viceversa. Los otros y la vida, dear Spoty, que siempre nos inspiran.
Gente hablando (Atresmedia Televisión, 2018-)
Srta. ¿dónde está? He comprado un vino carísimo y me duelen los pies de practicar el cha-cha-cha
Le he leído entre el sonrojo y la sonrisa. Re-pi-tá-mos-la, por favor. Aunque algo me dice que ya tiene cerda, intentaré ser cordial con Melania, cuya historia me intriga como pocas. A sus pezuñas.
Y ahora me dirá que no estamos hechos el uno para el otro. Repitamos cita. He estado practicando el cha-cha-cha (espero que tenga plantillas) y escuchando música moderna (que ya he visto que le gusta lo de las drogas, el sexo y el rock and roll).
Si viene le presento a Melania Cholé que le contará su historia en primera persona.