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Borgen: lo que tal cambió Elsinor




Una líder centrista, tras una compleja coalición de partidos e intereses, llega a Primera Ministra sin haber ganado las elecciones. En cierto contextos, (el nuestro, mismamente) sonaría a ciencia-ficción, pero en el caso de Dinamarca describe la magnífica narrativa de Borgen. También lo acontecido durante la emisión de la segunda temporada en 2011, cuando por primera vez una mujer, Helle-Thorning-Schmidt, formó gobierno tras encabezar una coalición imposible. Le llaman premonición. Ha de influir, además, la propia genética de un país acostumbrado a las transacciones entre partidos e ideas -desde 1909 ninguno obtuvo la mayoría absoluta-, en el que el diálogo y la negociación son marca de la casa. También la nula corrupción política, el generoso estado de bienestar o las virtudes pacifistas de su sistema parlamentario.

Las tres temporadas de Borgen conforman, junto a Forbrydelsen (2007-2012) y Bron/Broen (2011-2015) la tríada por excelencia que la narrativa danesa exportó a la televisión de otros países. Sin embargo, si estas últimas cuentan con sus versiones estadounidenses -The Killing y The Bridge, respectivamente- dudamos que la figura de Birgitte Nyborg tenga correspondencia en aquellos u otros paralelos. Desde el Jed Bartlet que Aaron Sorkin perfiló en la icónica The West Wing (1999-2006) ningún personaje había tomado de un modo tan rotundo el relevo político como el carismático Underwood de House of Cards. Pero donde el protagonista de Kevin Spacey bebe de la crueldad, de la falta de escrúpulos, de las intrigas propias de una tragedia shakesperiana -y de las que nos hace partícipes rompiendo de modo constante la cuarta pared-, la intérprete Sidse Babett Knudsen construye el suyo sobre el consenso, las tramas mundanas y las conspiraciones creíbles. No es de extrañar que los politólogos -incluso Stephen King, quien se declaró fan- aplaudan la madurez política de la propuesta. Los guiones apuntan asuntos incómodos de la sociedad danesa actual como el menosprecio hacia lo groenlandés, el sistema de salud o la política militar en Afganistán. Aquel Elsinor queda lejos, pero un códito ético férreo no debilita la fuerza de su narrativa y sus personajes. No hay cinismo pero tampoco almíbar.

Cada uno de los capítulos comienza con un aforismo de Maquiavelo, Churchill o Sun Tzu, una reflexión sobre la que se profundizará en los sesenta minutos siguientes. La defensa de la política como forma de mejorar la sociedad es, sin duda, el axioma (tantas veces olvidado) sobre el que reposa la serie. Junto a él se esconde la disonancia entre esa labor pública casi virtuosa y la vida privada no exenta de amargura. La complejidad de su faceta íntima da luz sobre los personajes secundarios como sus hijos y su marido, así como los cambios que amenazan sus vidas (me acordé del relato de Spoty). La serie redunda en ese retrato de algunas sociedades contemporáneas donde la conciliación entre vida laboral y familiar se vislumbra imposible.

Junto a la política y la familia encontramos un tercer pilar: el de la comunicación. El cuarto poder se representa por dos personajes coprotagonistas: Kasper Juul (Pilou Asbæk), asesor y jefe de prensa de la protagonista, redactor de sus discursos (ojo, a la cita a Theodore Sorensen) y conocedor de las estrategias e hilos del poder, y Katrine Forsmark (Birgitte Hjort Sørensen), estrella del informativo de TV1 y brillante periodista de investigación que pernocta en un pequeño apartamento presidido por el cartel de quel filme de J. Pakula (Todos los hombres del presidente). La sutileza con la que va perfilando los personajes mediante citas y apuntes permite que cargue las tintas sobre otros temas propiamente periodísticos como la libertad de expresión, la independencia o el sensancionalismo.

El título de la serie remite al nombre con el que se conoce el Palacio de Christiansborg, en la illa de Slotsholmen, donde residen los tres poderes del Estado y la oficina del Primer Ministro danés. En ellos fueron rodados sus exteriores pero, como las cámaras están prohibidas a excepción de para la prensa, el resto de localizaciones corresponden al Ayuntamiento de Copenhague. Borgen es, además, un drama inteligente, conciliador y amargo. Lo que nos contaron que era la política. Cuando se ponen de acuerdo, incluso. Y, aunque rematada hace años, los productores prometieron que en 2021 traería una esperadísima cuarta temporada. Sostened las mascarillas que la espera valdrá la pena. Seguro.


Borgen (DR Fiktion, 2010-)

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