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Foto del escritorSra Racho

El lobo de arena. Literatura infantil y concepto de infancia

La Srta Doe me mandó, hace ya dos meses, un artículo de Olivia Muñoz-Rojas publicado en Babelia, El lobo de arena donde la autora, con la excusa de reseñar brevemente un libro publicado en Kalandraka, buscaba las razones por las que las autoridades suecas, en su gestión del coronavirus, habían optado por dar recomendaciones a sus ciudadanos en lugar de imponer un confinamiento. Y aunque ahora sabemos que tales medidas han resultado ser un fiasco, es interesante el planteamiento. Su conclusión era que en Suecia, son posibles este tipo de medidas porque allí, la confianza de los ciudadanos entre sí y hacia la autoridad, es de carácter estructural. Y esa confianza, se genera en la infancia. Y señala, Nuestros referentes educativos y culturales durante aquélla constituyen la base sobre la que nos construimos como ciudadanos.

Y como hace la autora con el libro de Kalandraka, yo cojo su artículo y lo uso para colocar mi rollo. Porque buena parte de esos referentes y del imaginario de una sociedad viene dado por la literatura, que es, a su vez, en el caso de la literatura infantil, reflejo de la consideración de sus menores y del lugar que ocupan dentro de esa sociedad, en lo político y en lo simbólico.


Y aquí empiezan las dudas y las preguntas. ¿qué es la literatura infantil? ¿cómo son los niños en el imaginario colectivo? ¿cómo los representa la literatura?

La respuesta rápida a la primera pregunta es que la literatura infantil la constituyen los libros que los adultos escriben con los niños en mente. (aunque a esto hay matizaciones ya que hay libros escritos para adultos de los que se ha apropiado la LIJ) pero, quedémonos con esta definición. ¿Cómo son los niños para los que se escribe? En último término ¿cuál es el concepto que tenemos de infancia?

Porque un concepto es una abstracción y no se basan en el mismo concepto de infancia un libro como Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, que se ha convertido en una clásico de la literatura universal (y escrito, por cierto, para una niña concreta) que Cuentos para educar niños felices o de Mayor quiero ser… feliz superventas de las pasadas navidades y escrito para (más bien, sobre) un niño en abstracto, ideal e idealizado que algunos adultos aspiran a tener como hijos, con los que, sin embargo, difícilmente se identificarán los reales, que ni serán mejores personas, ni serán lectores cuando crezcan, si se les somete a ese tipo de lecturas.

Si la confianza se genera en la infancia y la literatura es reflejo del concepto que tenemos de ella, podemos echar un vistazo a las estanterías de las librerías y hacernos una idea de cuál es esa imagen. Si están llenas de libros llenos de mensajes en los que se les dice a los niños como deberían ser y sentir. Si entendemos la educación como la transmisión de valores sin que quede espacio para la reflexión, la interpretación y el cuestionamiento, es previsible que después, como adultos, esos niños sigan pensando que necesitan de un tercero que les diga lo que han de hacer y qué está bien o está mal, que sean necesarias sanciones para conseguir el cumplimiento de las normas en lugar de relaciones basadas en la confianza. De esta forma la autoridad, (auctoritas del derecho romano que corresponde a aquel que se ha ganado el respeto de los otros, se transforma en autoridad en el sentido de potestas, que se ejerce por la fuerza. Una autoridad contra la que además nos rebelamos por sistema, porque como ocurre con los adultos que leen libros infantiles llenos de mensajes, dicen una cosa y hacen otra.

Y para que ese respeto se dé desde la infancia es necesario que se tenga en consideración su naturaleza, como una etapa del desarrollo, con unos intereses y necesidades específicos. Cuando la relación con el adulto cuidador y educador (la autoridad de referencia durante la infancia) está basada en la confianza recíproca tiene sentido que después esa confianza se mantenga. El niño sabe que sus necesidades serán atendidas y respetadas y a su vez, (y esta es la parte que creo que nos cuesta aquí) ese cuidador confía en las capacidades del menor, lo considera competente y con capacidad crítica, lo acompaña sin imponer, actúa con auctoritas.

Volviendo a los suecos y a la gestión de la COVID, me parece interesante darle la vuelta a la tortilla, y hacerla española. Así que siguiendo con las preguntas y según la tesis del artículo de Babelia ¿qué lugar ocupa la infancia y qué concepto tenemos de ella en nuestra sociedad?,¿Qué nos dicen las medidas que se están tomando para garantizar la conciliación familiar y el acceso a la educación de hacia dónde vamos?¿qué referentes culturales y educativos tenemos? ¿qué pasa con la literatura infantil?

Y siguiendo con la tortilla, ¿qué es antes el huevo o la gallina?¿La literatura infantil es reflejo del concepto de infancia, o la consideración social de la infancia depende del tipo de literatura a la que le demos acceso?.


Para acabar y retomando el libro que servía de excusa al artículo de Babelia. Quién quiera una reseña de El lobo de arena la revista babar tiene una estupenda, que me ahorra el trabajo. Solo puedo añadir, por eso de relacionarlo con otros libros, que aunque la relación con los padres es diferente, me ha recordado, en la voz y la forma de explicarse el mundo, un poco a Elvis Karlsson, de la también sueca María Gripe. Voz en tercera persona que habla desde la mirada de un niño que también se utiliza en UN indio como tu y cómo yo, que a pesar de todas las alabanzas y premios, no acaba de convencerme. Se le ve demasiado el plumero y las buenas intenciones. También me ha recordado a la Playa de los inútiles, en los espacios,(los dos van de playas) pero también en la construcción de la personalidad de los personajes en relación con el entorno y las conversaciones que mantienen. Otro libro, que aunque me gustó más que el anterior, en mi opinión, peca igualmente del plumero visible. Soy más de sacar el polvo o las conclusiones, yo misma.

De todas formas, si es por literatura sueca, parece que últimamente este de moda, se vuelve a editar Pippi, la niña rebelde y autónoma por antonomasia, hay editoriales como El Gato sueco que en su mayoría, por no decir en su totalidad publica albumes de ese país. Lo mismo que Galimatazo del que me he comprado Cuando papá me enseñó el Universo de Ulf Stark y Eva Eriksson o Nórdica dedicada a literatura escandinava, que va ampliando su catálogo infantil.



El de Ulf Stark, y ahora sí que de verdad acabo, es un libro que engancha igual al niño y al adulto desde el humor. Las ilustraciones a lápiz hechas por Eva Erikson están llenas de suavidad y detalles y juegan un papel importante en la narración de la historia, donde, con el pretexto de un paseo nocturno por el campo de un padre y un hijo para ver las estrellas, las miradas de ambos nos van indicando los dos mundos (el adulto y el infantil) y dos formas de ver las cosas. Y aquí es, en todo caso, la mirada del adulto la que resulta cuestionada.

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