El nuevo proyecto de Russel T. Davies, artífice de Queer as Folk (1999) o Years and Years (2019) es considerado, desde su estreno en enero, uno de los títulos imprescindibles del año. El compromiso político habitual en el director vuelve a estar presente. La acción tiene lugar entre 1981 y 1991 en Londres (a pesar de que muchos exteriores fueron rodados en Manchester), y cuenta la historia de cinco chicos que se trasladan a la capital para procurar un nuevo empleo, cursar estudios o vivir su sexualidad con libertad. A través de cinco episodios se perfilar la fraternidad de este grupo de jóvenes, víctimas de los años más cruentos del VIH.
Una ola de muertes que llegaba a Europa desde otro continente, y con ellos los negacionistas, las teorías de la conspiración y las cifras de cientos, miles de afectados abandonados en salas de hospital por miedo al contagio... (Ojo a la sutileza de Davies para forzar la identificación del espectador y después acabar con una bofetada: esto, a diferencia de la pandemia actual, no logró una preocupacion global; hubo quien prefirió estigmatizar a las víctimas como responsables de su “inmoralidad”. El miedo, la preocupación, la vergüenza y el drama que supuso el estallido del SIDA. La enfermedad fue tabú hasta hace muy poco, y a pesar de que semeje haber caído en el olvido, en el presente 38 millones infectadas por VIH en el planeta. Los espectadores más atentos reconocerán tributos a las víctimas personificadas en figuras desaparecidas como Ian Charleson ou Dursley McLinden.
Tomando prestado el tíulo de la canción de los Pet Shop Boys (“Es un pecado”), la serie se acerca a la enfermidad y al mazazo que supuso para toda una generación, desasistida, culpabilizada, cuando no atacada, por leyes inoperantes, una administración ineficaz y una sociedad intransigente. Jill (Lydia West) supondrá un apoyo primordial para sus amigos, abogará por la defensa de los derechos de la comunidad, y luchará contra el inmobilismo de los poderes públicos y la insolidariedad social. El personajes se inspira en las vivencias reales de la activista Jill Nader (la actriz que interpreta a la madre de la chica en la serie). Junto a la madre de Colin (Andria Doherty) y la de Richie (Keeley Hawes) esta tríada materna da para un estudio sociológico impagable.
Tuvo una excelente acogida durante su estreno en Reino Unido e Irlanda (solo en la plataforma digital de Channel Four se contabilizaron 6,5 millones de espectadores en el primer fin de semana), después llegaron los aplausos de la crítica. Fotografía impecable de David Katznelson, acertada selección musical, interesante montaje alterna (el ritmo de las secuencias de fiestas y celebración sexual), e loable puesta en escena (ese paseo por el pasillo de Valerie en el episodio final). Y todo eso equilibrado con los mejores momentos dramáticos afianzados por la calidad del trabajo interpretativo. No puede haber queja con todos y cada uno de los miembros del reparto. Deja imágenes que quedan en la retina, como Ritchie bailando delante de los faros de aquel coche... Sí, uno de los títulos imprescindibles del año.
It’s a Sin (Channel Four, 2021)
pues habrá que verla, aunque mi tele ahora diga que se ha quedado vieja para HBO y no quiera ponermelo